viernes, 12 de abril de 2013

Inma Contreras, autorretrato lector



DÍA DEL LIBRO 2013, mi auto-retrato lector.
librería.JPGMi historia como lectora es ya laaarga, como mi vida misma, que ya peina canas una… Desde que me conozco leer ha sido parte de mi existencia, y hoy os comento mi experiencia en este terreno.
Como “Desde chiquitico se cría el arbolico”, os comentaré que, por ejemplo, yo leía “El libro de la selva”, con el hocico hendido en el libro, y fue así como mis padres descubrieron, hábilmente, que necesitaba con urgencia unas buenas gafas, porque los hados no me habían dotado de la capacidad que tenía el barón rampante.
Más adelante, los Reyes Magos no podían pasar por mis zapatos sin dejar una buena media docenita de títulos, si no era así, no había Navidad.
Y así, los libros acompañaron descubrimientos importantes: me sorprendí al constatar que sabía lo que era una metáfora cuando, con 12 añitos, en clase, leyendo el libro de Anaya del siempre añorado Lázaro Carreter, salía el ejemplo de “metáfora donde A es B”, y decía “Su luna de pergamino, Preciosa tocando viene”, y yo reconocía a la gitanilla cervantina que me había acompañado más de un rato y más de dos…
Algo más tarde, me descubrí a mí misma leyendo con una linterna bajo las sábanas, devorando las Rimas y Leyendas de Bécquer, pues ya mi madre había de prohibirme que me quedase hasta las tantas leyendo… Y por ello mismo lo que más me gustaba del mundo era leer todo lo que no podía o debía, y así fueron asaltando mi mente intrépida los relatos de Las mil y una noches, que se alternaban con Los siete secretos, y Mujercitas, y El conde de Montecristo, y, para qué negarlo, todo lo que caía en mis manos, indiscriminadamente… algún día os contaré más, con un vino de por medio. ;-)
Descubrí la vida, o, al menos una parte importante de ella, por medio de la lectura, a lo largo de los años, los libros han sido mis fieles compañeros. En mis épocas más tristes, mi consuelo muchas veces ha estado zozobrando entre las páginas de un buen libro, y en mis épocas más locuelas, esas en las que no se pisa la casa nada más que para ducharse y dormir, para seguir luego de juerga por ahí, el verdadero descanso lo tenía leyendo siquiera un poquillo antes de dormir.
Así, desde Gioconda Belli hasta Heinrich Boll, de Martín Gaite a Auster, de Luis Sepúlveda a Stefanno Benni , pasando por Wislawa Szymborska, haikus, cómics, Nicanor Parra o Valle Inclán, leer ha sido siempre un alto en el camino para profundizar en el verdadero sentido de las cosas, y para descansar del mundanal ruido, encontrando la esencia destilada de la realidad en medio de las páginas… Y todo eso, por no hablar del aroma a primavera de los libros… 

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